La vocación de pensar por si mismo

Fundamentado en el texto Qué es la ilustración de Kant

La ilustración es asociada con adquirir la mayoría de edad, o en su contrario, como aparece en primeras letras, es la salida del hombre de su minoría de edad; que se da en la medida que el hombre hace uso de su propio entendimiento, el llamado y vocación de pensar por sí mismo. Es decir el hombre y también la mujer, que se ve relegada por el espíritu machista de Kant y la época, que pueden hacer uso de la razón y pensar en sus propias decisiones y en lo que es más conveniente para sus propia vidas. La razón misma que es capaz de conducir y enseñar al hombre lo que necesita aprender y la forma como conseguir el saber.

 

Que hermoso y grande es tener la Libertad de pensar por si mismo, de decidir el rumbo y el mundo que se desea vivir y que se sabe que es el mejor, porque la razón misma en todo su potencial es capaz de orientarlo. En definitiva hacer uso del ejercicio de la vocación humana de libertad, de contar con la razón, y de poder tener la realización personal que da la satisfacción de ser humano, el animal pensante de Aristóteles.

 

Que fácil y hermosa sería la vida si dejásemos fluir con libertad nuestra vocación a pensar, la opresión y la injusticia quedarían en el pasado de la minoría de edad humana, porque cada hombre y mujer encontraría la respuesta a lo que es vivir en sociedad, y no permitiría que se irrespetara el derecho de tener las mismas oportunidades que los demás, porque cada hombre y mujer con su razón podría establecerlas. El problema del poder, las limitaciones humanas, culpas, dolores, rabias y resentimientos hacia quienes han limitado la libertad humana, serían simples anécdotas de los pasos que cada persona tuvo que pasar para adquirir la mayoría de edad, ya cada hombre y mujer con el uso de la razón descubriría su propia limitación, sería realista con ella y decidiría si vale la pena dejarse llevar conduciendo su vida desde sus propios prejuicios y experiencias.

 

“Cuando era niño pensaba como niño, y ahora que soy adulto pienso como adulto”. (San Pablo). Esta trozo bíblico muestra que este uso de la razón, que es ilimitado en cuanto a la capacidad que tiene en todo su potencial de orientar y alcanzar los mínimos deseos de cada persona, se ve limitado, por el proceso de evolución natural que cada persona tiene, y depende de dos elementos que me parece clave tener en cuenta, de los cuales el primero es el problema planteado por Kant y el segundo, el factor multicausal que “justificaría” el hecho de no haber igualdad en el uso de la razón público y privado, y que establece en sí mismo una limitación al uso de la capacidad ilimitada  de la razón.

 

El primer problema del uso de la razón y que es el que plantea Kant, hace referencia a la voluntad natural que cada persona tiene de querer y hacer uso de su propio entendimiento, “sin someterse al juicio y tutoría de los demás, sin la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro”. A lo cual Kant critica el porque no se hace uso de la razón “debido a que la mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de la conducción ajena, permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía.. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. Es tan cómodo ser menor de edad!” 

 

Problema que Kant plantea en el párrafo anterior y que se centra en la pereza, porque es más cómodo que los demás piensen por uno, ya que de esta manera nos podemos librar del compromiso  que implica el pensar y realizar nuestros propios actos, evitando el máximo esfuerzo, y en la cobardía que se origina en los dolores que se han tenido en el aprender, de no repetir experiencias dolorosas y aceptar los golpes naturales de la vida por lo que yo planteo la inexperiencia del uso de la razón y su adquisición.

 

El segundo punto que hace referencia al factor multicausal que genera el problema de por qué no se hace uso de la razón, estriba en los dos puntos anteriores que plantea Kant, la pereza y la cobardía, pero me llama la atención el hecho    que las condiciones que cada persona tiene para hacer uso de su razón está coartada por las posibilidades reales a nivel social, personal, familiar, económico, cultural, educativo, etc, que refuerzan el punto que plantea Kant que cuando no se hace uso de la razón son otros quienes la determinan, y es tal la limitación que vemos que la gente depende de estos totalmente, es el caso de los sectores marginales, obreros, mujeres, (como discrimina el mismo Kant, cuando se refiere a la totalidad del bello sexo), niños, ancianos, inválidos y demás grupos sociales que ya han sido rotulados como limitados en su razón.

 

Mi pregunta sería ¿qué posibilidades reales tienen todos de ejercer su propia razón?, ¿cuántos realmente quieren hacerlo?, ¿cómo surge la incapacidad de hacer uso de la razón? Y a la vez justificarse en esas condiciones para seguir en su misma minoría de edad. Estoy de acuerdo con Kant cuando plantea que el hombre debe alcanzar la mayoría de edad, y esto se ha dado en la medida que el hombre ha evolucionado en su forma de razonar, como el trozo bíblico de San Pablo que plantea que mi razón también evoluciona acorde a la edad y llegará el día que, así como el hombre logró llegar a luna, se alcanzará la armonía de ser regidos ya no por autoridades sino por la propia razón y capacidad con la fuimos dotados, ¿o acaso existe alguna diferencia entre el rey y el mendigo?. A nivel de razón, NINGUNA, pero en las posibilidades y oportunidades con las que cada uno contó SI.

 

Por ello me atrevería a afirmar que Kant metió el dedo en la llaga y que esa adquisición de la razón tiene sus bemoles, y que esta se tiene que dar de una manera gradual, y por eso el planteamiento del uso de la razón pública y privada para seguir en ese orden de ideas, en cuanto se debe disertar demasiado para calibrar nuestra razón a nuestras condiciones humanas limitadas sin afectar del todo el orden ya establecido, pero si con la gran libertad de poder expresar lo que nuestra razón a asimilado sin desprecios, rótulos o prejuicios por su condición.